Entre amores y errores, el grupo madrileño demostró que todo es mejor con rock and roll de fondo
No recuerdo la primera vez que escuché a Karavana. Quizás, fue una mañana de camino al trabajo, tratando de no pensar en lo terriblemente lleno que iba el vagón. Quizás, fue escuchando alguna de las listas que me recomienda el algoritmo, ese que me conoce mejor de lo que me gustaría reconocer. O quizás, y esta es la teoría que más encaja, me los enseñó alguien. Últimamente conozco mucha música nueva gracias a amigos, amigos de amigos y demás variantes. Gracias a estos descubrimientos, que sucedían en barras de bares o en charlas de oficina, he tenido la suerte de escuchar una amplia variedad de música.
Entre todo este festín de grupos, Karavana se convirtió en uno de mis descubrimientos del 2024. El pasado 13 de septiembre, la banda de pop rock formada por Gonzalo, Emilio y Jaime lanzó su segundo álbum, titulado Entre Amores y Errores. En su segundo LP han reivindicado ese espíritu joven, arrollador y cañero que los caracteriza con unas letras que hablan de una generación que tiene mucho que decir.
Escuchar su música es un viaje a través de los mejores años de la juventud, del amor sin límites, de no pensar en arrepentimientos o futuros posibles. Todo ello rodeado de una atmósfera gamberra que hace las cosas aún más divertidas. Eso queríamos, divertirnos, y su concierto en La Riviera se acercaba.
El 19 de octubre, en una de las salas más emblemáticas de la capital, el grupo daría uno de los conciertos en los que más disfruté el año pasado. Sold out, nada que añadir. Todos los allí presentes estábamos deseando escuchar los primeros acordes de la canción que abriría el concierto. Y, no podía ser de otra manera, comenzaron a sonar las primeras notas de Amores y Errores, tema del que sale el nombre del disco.
La Riviera se convirtió en una auténtica fiesta rockera, al más puro estilo de una película americana protagonizada por una de esas bandas a las que todos hemos querido pertenecer una vez. Rock fresco, con gusto, con unas guitarras muy potentes que hacían saltar a la gente, aunque quedaba más, mucho más.
Tras un espectacular comienzo había que bajar pulsaciones. Era el turno de Resaca Pop y Martes, Sábados. Ambas son canciones un poco más lentas, digamos que serían las baladas, la última perteneciente a su segundo álbum. Eso si, nunca pierden la esencia rockera del grupo, habíamos bajado pulsaciones pero la gente no dejaba de saltar. Y dentro de poco comenzarían los pogos, muy frecuentes en los conciertos de Karavana, pero aún quedaba tiempo para un poco de calma dentro de esa tormenta de rock and roll que era La Riviera aquella noche.
Después de Mismos vicios, uno de los temas más escuchados del disco, sonaron Qué putada, Cariño y Que bien los dos. Mención especial necesita la segunda, una de las favoritas de la redacción y es que por mucho tiempo que pase, todos tenemos a ese alguien especial que recordamos, incluso dentro de un pogo.
También había espacio para el reggaeton en este concierto, no, los chicos de Karavana no hicieron una colaboración durante su show, y eso que las chicas de Ginebras (ganadoras este año del Premio Ondas) estaban en la grada apoyando a sus amigos. Pero si que sorprendieron, una vez más, con su versión del Titi Me Preguntó de Bad Bunny, y ahí fue cuando comenzó la verdadera fiesta.
La gente ya se había soltado el pelo, los vasos de cerveza empezaban a volar y los hombros de los allí presentes se saludaban de manera cariñosa, al menos la mayoría de las veces. Los pogos habían comenzado. Y no uno en medio del escenario, la sala estaba llena de circulos de gente saltando, riendo y disfrutando de la música, rock and roll gamberro en estado puro.
Madrid nos recordaba el estrés que se viven estos días, la pereza que nos dan las conversaciones banales de barra de bar y la excesiva importancia que le damos a problemas que realmente no lo son. Pero, en una ciudad como Madrid, tan llena de vida, tan frenética y caótica, siempre existe alguien con el que nos gusta salir a beber unas cañas, a descubrir nuevos bares y ¿por qué no?, descubrir el amor de nuevo.
Pero el ritmo no podía bajar, se acercaba el fin de fiesta y la selección de temas no podía haber sido más acertada. Hubo tiempo para uno de los himnos del grupo Verano de los 27 y para dos de los temas más cañeros de este segundo disco: Fantasma y Pastillas fueron la confirmación del nivel de implicación del publicista con la banda y viceversa.
Y es que, no recuerdo la primera vez que escuché a Karavana. Pero siempre recordaré
la primera vez que los vi en concierto.
Fotografías: Marta Palacios Ridruejo