Una obra maestra que perdurará en la memoria de los que la vieron, a pesar de no haber recibido el reconocimiento que merecía
En un año que parecía estar encaminado a coronar a Oppenheimer como la mejor película del año a nivel de premios; apostar por otro caballo, que además es a priori más pequeño, más enclenque, y sobre todo, menos vistoso, se antojaba como una tarea titánica. Al final no hubo sorpresa y se alzó como la gran ganadora de la noche de los Oscars, pero ¿acaso la película era la que más lo merecía?
La respuesta a esta pregunta es un rotundo y categórico NO, con mayúsculas. Aunque es justo reconocer que Oppenheimer es una gran película, American Fiction es sin duda la mejor película del año, y lo es por varios motivos que voy a tratar de desgranar aquí.
Su mayor punto fuerte es su guion, que es inteligente, ágil y tremendamente sólido. Y no debemos olvidar que el guion de una película es la base sobre la que todo lo demás se eleva. Haciendo el símil con una planta, el director de una película sería la semilla y de él dependerá el resultado final, pero sin un buen guion, sin un buen sustrato donde plantarla, esa semilla nunca terminará de florecer.
Y American Fiction florece a medida que pasan los minutos de su metraje. Lo que empieza como una idea muy sencilla: la de un profesor y escritor negro, al que nadie quiere publicar porque sus novelas no son lo suficientemente "negras" (en el sentido racial del término), pronto se desvía en una sátira ácida cargada de momentos inesperados y diálogos inolvidables.
El guion es tremendamente inteligente, sí, pero es que además tiene otras dos virtudes que lo hacen brillar con luz propia; virtudes estas, que cada vez son más difíciles de encontrar en un producto cinematográfico. Especialmente si este proviene de Hollywood.
La primera de estas virtudes es su originalidad. Vivimos tiempos de remakes, reboots y sagas... No es algo malo en sí mismo, pero sí que empobrece el panorama. Ideas nuevas, como la que plantea esta película, contribuyen a abrir de par en par las ventanas y a ventilar el interior de la habitación, que dicho sea de paso, ya empezaba a oler a rancio.
La otra gran virtud es que se trata de un guion valiente. Cord Jefferson, guionista y director de American Fiction, decide abordar el tema del racismo, pero lo hace desde una perspectiva no explorada hasta ahora. En este caso, los malos no son terribles racistas, que cada vez son más el reflejo de un pasado remoto y menos una realidad cotidiana, sino que el puesto de villanos de esta historia lo ocupan unas cuantos editores literarios blancos que creen que están haciendo lo mejor para con sus compatriotas negros.
El drama, y ahí es donde la película sitúa el principal conflicto de la trama, es que con sus decisiones, este grupo de editores bienintencionados están perjudicando a los escritores negros al obligarles a meterse en un molde prefabricado lleno de lugares comunes y tópicos, fruto de sus propios prejuicios.
Pero lo que hace que American Fiction sea única es la forma en la que aborda este conflicto. En vez de hacerlo desde una perspectiva triste y desoladora, Cord Jefferson decide optar por el humor como forma de poner al espectador ante sus propios fantasmas. Y lo consigue. Estoy seguro de que si eres blanco, esta película hará que te replantees un par de cosas.
American Fiction está cuidada al detalle y se nota que es una película hecha con mucho cariño. Por destacar uno de sus muchos momentos inolvidables, quiero centrarme en la historia de amor entre la mujer que limpia la casa del protagonista (interpretada por Myra Lucretia Taylor) y el policía. Esta subtrama tiene aproximadamente unos 5 minutos de metraje, si llega, y en tan poco tiempo consigue enamorarnos, emocionarnos y dejarnos un poso de optimismo en el cuerpo que pocas películas románticas son capaces de lograr (a pesar de estar centradas únicamente en eso).
Y antes de terminar este artículo, quiero hablar de las interpretaciones. Jeffrey Wright, Sterling K. Brown, ambos nominados al Oscar, Erika Alexander, Leslie Uggams, Myra Lucretia Taylor o Raymond Anthony Thomas, todos están simplemente soberbios. No sólo están increíbles a título individual, sino que la química entre ellos es absoluta y eso hace que todas sus interacciones sean tan auténticas como inolvidables.
Pero no nos engañemos... los planetas se han alineado a favor de Oppenheimer y al final ha arrasado en una gala de los Oscars en la que hubo pocas sorpresas. Christopher Nolan por fin tiene el reconocimiento que lleva años persiguiendo y que, hasta ahora, se le había escapado. Y si bien, me alegro de que por fin se reconozca a este gran director que atesora auténticas obras maestras a sus espaldas, creo que este año el premio no es del todo merecido.
De todas formas, ya hablaré sobre ello en profundidad este viernes en el nuevo episodio de La Cantina del Cine, el podcast que comparto con mi colega Dani.
En fin, a los que amamos American Fiction como sólo se aman aquellas películas que nos dejan sin palabras, sólo nos queda agradecer a Cord Jefferson y a todo su equipo la joya que nos han regalado.