Su interpretación dejó a los asistentes con la sensación de haber sido parte de algo más grande que simplemente música en vivo.
Los calendarios indicaban que nos encontrábamos en el miércoles 26 de julio. Una variopinta multitud se congregaba en la calle Fortuny 53, ubicada en el corazón de Madrid. El Patio, el icónico jardín de Mahou, acogía aquella noche la actuación del compositor y productor Pau Corea. Un aire de anticipación envolvía el lugar, donde el aroma de la cerveza y los murmullos de los asistentes creaban una atmósfera intrigante a la espera del inicio del concierto.
El artista, de raíces valencianas, tomó el escenario cuando los relojes marcaban las 21:00. Con dos teclados, el Nord Electro 4D y el Prophet '08, junto con diversos pedales, Pau construyó un mundo sonoro envolvente y evocador.
Desde las primeras notas de Contra (2021), sus dedos parecían trazar líneas invisibles en el aire, creando una sinfonía que parecía pertenecer a otro mundo. La fusión de su voz con el sonido de cada tecla que tocaba, resonaba con la intensidad de un enigma que busca ser descifrado.
Bajo el resplandor de las luces rojas del escenario, Pau creó una simbiosis impecable con sus instrumentos, construyendo capas que añadían profundidad a sus canciones.
A medida que la velada avanzaba, el cielo empezó a oscurecerse. Canciones como GirⓄ (2021) y Pienso Entrar (2022) se entrelazaron con el ambiente como fragmentos de un rompecabezas musical que iba tomando forma ante las miradas atentas de los espectadores.
No solo interpretó sus propias composiciones, sino que también desveló su lado más versátil al versionar Otra Vida (2023) de pablopablo y En las afueras (Animales Muertos; 2017) de Francis White.
Con cada canción inédita que compartió, Pau profundizó en su propuesta musical, un pop completo que navega entre la vanguardia y el mainstream con elegancia.
Cada acorde parecía repleto de una magia etérea. Cada verso se sumergía en lo más profundo de una energía poética.
Creando un entramado sonoro que se tejía en la noche, FT8 (2023) y La cumbre (2021) resonaron por El Patio con la misma pasión que se percibía en la voz del artista y en cada tecla pulsada por sus dedos.
El concierto culminó con aplausos y ovaciones mientras la luz roja continuaba bañando el escenario. La combinación de la intimidad del Patio y la facilidad de Pau para transmitir a través de la música generó un entorno que permitió a los asistentes sumergirse en un rincón musical único, dejando así una muestra de la magia que puede surgir cuando la música y la atmósfera se fusionan en perfecta armonía.
Y así, tras unos últimos acordes, la presencia de Pau Corea se desvaneció del escenario, dejando a la audiencia con el deseo de desentrañar cada verso y cada armonía que el artista había tejido en el aire.
